Uno de los temas más controversiales que
ha tenido que afrontar la iglesia católica se refiere a los abusos sexuales por
parte de algunos sacerdotes. Hoy en día todos debemos saber que dichas
circunstancias han sido profundizadas desde el Papa, hoy santo, Juan Pablo II,
las encaró directamente Benedicto XVI y ahora Francisco sigue adelante.
Son realidades nefastas que asumimos como
iglesia, pero que también debemos asumir como sociedad y como familia para
erradicarlas de todos los sectores. Evidentemente dentro del seno de la iglesia
generan mucho horror y escándalo, tanto por el horror que significa como por
aquellos que solo esperan conseguir cualquier debilidad para hundirnos. Vaya
que ésta es una gran debilidad pero, ha sido asumida y encarada por, al menos,
los últimos 3 pontífices sucesores de Pedro que nos guían dentro de nuestra
iglesia.
¿Por qué digo que debemos encararlo como
sociedad y como familia? La respuesta es muy muy fácil. Usted quizás podrá
decir: “yo no soy católico, eso no me interesa y si hacen esas barbaridades
pues menos seré católico”. Y cosas a este estilo uno escucha, sin embargo,
¿cuántos casos de maestros, profesores, padrinos, tíos, cualquier tipo de
familiar, representante o allegado, hemos escuchado de forma secreta que abusó
de algún niño o niña cercano a su entorno? Seguramente muchos. Ningún caso
justifica otro. Ningún caso tapa a otro. Todos son importantes, pero los
escándalos de la iglesia venden más y por eso los medios de comunicación
seculares se enfocan en éstos y ante semejante escándalo es comprensible que
cualquier familia sencilla y humilde no quiera someterse al mismo bochorno en
su comunidad y exponer a sus hijos a lo mismo.
Si nos comportáramos como una sociedad
seria, decente, hermana, solidaria, estos casos en lugar de regodearnos y
convertirnos en celebradores de lo amarillista, brindaríamos ideas para
erradicar estos flagelos de todos los sectores donde están presentes. La
iglesia y el Papa han dado buenos pasos, nos toca ahora a nosotros avanzar
también.
Esta semana de principios de julio,
Francisco tuvo una Santa Misa en la que participó un grupo de víctimas de
abusos por parte de sacerdotes. Fueron seis personas en total, acompañadas por
familiares y amigos. Después de la celebración eucarística, fueron recibidas
personalmente por el Papa. Estas son las palabras pronunciadas por el
Papa:
«La imagen de Pedro viendo salir a Jesús
de esa sesión de terrible interrogatorio, de Pedro que se cruza la mirada con
Jesús y llora. Me viene hoy al corazón en la mirada de ustedes, de tantos
hombres y mujeres, niños y niñas, siento la mirada de Jesús y pido la gracia de
su orar. La gracia de que la Iglesia llore y repare por sus hijos e hijas que
han traicionado su misión, que han abusado de personas inocentes. Y hoy estoy
agradecido a ustedes por haber venido hasta aquí.
Desde hace tiempo siento en el corazón el
profundo dolor, sufrimiento, tanto tiempo oculto, tanto tiempo disimulado con
una complicidad que no, no tiene explicación, hasta que alguien sintió que
Jesús miraba, y otro lo mismo y otro lo mismo… y se animaron a sostener esa
mirada. Y esos pocos que comenzaron a llorar nos contagiaron la conciencia de
este crimen y grave pecado.
Esta es mi angustia y el dolor por el
hecho de que algunos sacerdotes y obispos hayan violado la inocencia de menores
y su propia vocación sacerdotal al abusar sexualmente de ellos. Es algo más que
actos reprobables. Es como un culto sacrílego porque esos chicos y esas chicas
le fueron confiados al carisma sacerdotal para llevarlos a Dios, y ellos los
sacrificaron al ídolo de su concupiscencia. Profanan la imagen misma de Dios a
cuya imagen hemos sido creados.
Sé que esas heridas son fuente de
profunda y a menudo implacable angustia emocional y espiritual. Incluso de
desesperación. Muchos de los que han sufrido esta experiencia han buscado
paliativos por el camino de la adicción. Otros han experimentado trastornos en
las relaciones con padres, cónyuges e hijos. El sufrimiento de las familias ha
sido especialmente grave ya que el daño provocado por el abuso afecta a estas
relaciones vitales de la familia. Para estas familias ofrezco mis sentimientos
de amor y de dolor.
Los pecados de abuso sexual contra
menores por parte del clero tienen un efecto virulento en la fe y en la
esperanza en Dios. Algunos se han aferrado a la fe mientras que en otros la
traición y el abandono han erosionado su fe en Dios.
Ante Dios y su pueblo expreso mi dolor
por los pecados y crímenes graves de abusos sexuales cometidos por el clero
contra ustedes y humildemente pido perdón. También les pido perdón por los
pecados de omisión por parte de líderes de la Iglesia que no han respondido
adecuadamente a las denuncias de abuso presentadas por familiares y por
aquellos que fueron víctimas del abuso: esto llevó a un sufrimiento adicional a
quienes habían sido abusados y puso en peligro a otros menores que estaban en
situación de riesgo.
No hay lugar en el ministerio de la
Iglesia para aquellos que cometen estos abusos, y me comprometo a no tolerar el
daño infligido a un menor por parte de nadie, independientemente de su estado
clerical.
Agradezco este encuentro. Y por favor,
recen por mí para que los ojos de mi corazón siempre vean claramente el camino
del amor misericordioso, y que Dios me conceda la valentía de seguir ese camino
por el bien de los menores.
Twitter e Instagram:
@jovencatolica1. Dios les bendiga.
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