martes, 19 de agosto de 2014

“El mundo está cansado de la guerra”



«¡Muchas gracias por su acogida, que me ha hecho sentir en casa desde el primer momento!». En su primer discurso en Corea, en la ceremonia de bienvenida el Papa Francisco expresó su gran alegría por estar en “tierra de la mañana tranquila”, y descubrir no sólo la belleza natural del País, sino sobre todo de su gente, su riqueza histórica y cultural.


Extractos del discurso


“Mi visita a Corea tiene lugar con ocasión de la VI Jornada de la Juventud Asiática, que reúne a jóvenes católicos de todo este vasto continente para una gozosa celebración de la fe común. Durante esta visita, además, proclamaré beatos a algunos coreanos que murieron mártires de la fe cristiana: Pablo Yun Ji-chung y sus 123 compañeros. Estas dos celebraciones se complementan una a otra. La cultura coreana ha sabido entender muy bien la dignidad y la sabiduría de los ancianos y reconocer su puesto en la sociedad. Nosotros, los católicos, honramos a nuestros mayores que sufrieron el martirio a causa de la fe, porque estuvieron dispuestos a dar su vida por la verdad en que creían y que guiaba sus vidas. Ellos nos enseñan a vivir totalmente para Dios y haciendo el bien a los demás.


Un pueblo grande y sabio no se limita sólo a conservar sus antiguas tradiciones, sino que valora también a sus jóvenes, intentando transmitirles el legado del pasado aplicándolo a los retos del presente. Siempre que los jóvenes se reúnen, como en esta ocasión, es una preciosa oportunidad para escuchar sus anhelos y preocupaciones. Considero particularmente importante en este momento reflexionar sobre la necesidad de transmitir a nuestros jóvenes el don de la paz.


Esta llamada tiene una resonancia especial aquí en Corea, una tierra que ha sufrido durante tanto tiempo la ausencia de paz. Por mi parte, sólo puedo expresar mi reconocimiento por los esfuerzos hechos a favor de la reconciliación y la estabilidad en la península coreana, y animar estos esfuerzos, porque son el único camino seguro para una paz estable. La búsqueda de la paz por parte de Corea es una causa que nos preocupa especialmente, porque afecta a la estabilidad de toda la región y de todo el mundo, cansado de las guerras.
 
La búsqueda de la paz representa también un reto para cada uno de nosotros y en particular para quienes entre ustedes tienen la responsabilidad de defender el bien común de la familia humana mediante el trabajo paciente de la diplomacia. 


La paz no consiste simplemente en la ausencia de guerra, sino que es “obra de la justicia” (cf. Is 32,17). Y la justicia, como virtud, requiere la disciplina de la paciencia; no se trata de olvidar las injusticias del pasado, sino de superarlas mediante el perdón, la tolerancia y la colaboración. Requiere además la voluntad de fijar y alcanzar metas ventajosas para todos, poner las bases para el respeto mutuo, para el entendimiento y la reconciliación. Me gustaría que todos nosotros podamos dedicarnos en estos días a la construcción de la paz, a la oración por la paz y a reforzar nuestra determinación de conseguirla.


Queridos amigos, sus esfuerzos como representantes políticos y ciudadanos están dirigidos en último término a construir un mundo mejor, más pacífico, más justo y próspero, para nuestros hijos. La experiencia nos enseña que en un mundo cada vez más globalizado, nuestra comprensión del bien común, del progreso y del desarrollo debe ser no sólo de carácter económico sino también humano. Como la mayor parte de los países desarrollados, Corea afronta importantes problemas sociales, divisiones políticas, inequidades económicas y está preocupada por la protección responsable del medio ambiente. Es importante escuchar la voz de cada miembro de la sociedad y promover un espíritu de abierta comunicación, de diálogo y cooperación. Es asimismo importante prestar una atención especial a los pobres, a los más vulnerables y a los que no tienen voz, no sólo atendiendo a sus necesidades inmediatas, sino también promoviendo su crecimiento humano y espiritual. Estoy convencido de que la democracia coreana seguirá fortaleciéndose y que esta nación se pondrá a la cabeza en la globalización de la solidaridad, tan necesaria hoy: esa solidaridad que busca el desarrollo integral de todos los miembros de la familia humana.

En su segunda visita a Corea, hace ya 25 años, san Juan Pablo II manifestó su convicción de que «el futuro de Corea dependerá de que haya entre sus gentes muchos hombres y mujeres sabios, virtuosos y profundamente espirituales» (8 octubre 1989). Haciéndome eco de estas palabras, les aseguro el constante deseo de la comunidad católica coreana de participar plenamente en la vida del país. La Iglesia desea contribuir a la educación de los jóvenes, al crecimiento del espíritu de solidaridad con los pobres y los desfavorecidos y a la formación de nuevas generaciones de ciudadanos dispuestos a ofrecer la sabiduría y la visión heredada de sus antepasados y nacida de su fe, para afrontar las grandes cuestiones políticas y sociales de la nación.


El Señor los bendiga a ustedes y al querido pueblo coreano. De manera especial, bendiga a los ancianos y a los jóvenes que, preservando la memoria e infundiéndonos ánimo, son nuestro tesoro más grande y nuestra esperanza para el futuro”.


Fuente: www.news.va

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¡Busca tu Biblia!



El pasado miércoles 6 de agosto, Papa Francisco retomó su Audiencia General en plena celebración de la Transfiguración del Señor. Su invitación fue a reflexionar sobre los capítulos 5 y 25 de San Mateo. ¡A buscar la Biblia!

 Queridos hermanos y hermanas,

En las catequesis precedentes hemos visto cómo la Iglesia constituye un pueblo, un pueblo preparado con paciencia y amor por Dios, y al cual todos estamos llamados a pertenecer. Hoy quisiera destacar la novedad que caracteriza a este pueblo, hay una novedad que la caracteriza: se trata realmente de un pueblo nuevo, que se funda en la nueva alianza establecida por el Señor Jesús con el don de su vida. Esta novedad no niega el camino anterior ni se contrapone a él, sino lo lleva hacia adelante, lo lleva a cumplimiento.
1. Hay una figura muy significativa, que hace de bisagra entre el Antiguo y el Nuevo Testamento: la de Juan el Bautista. Para los Evangelios Sinópticos es el “precursor”, el que prepara la venida del Señor, predisponiendo al pueblo a la conversión del corazón y a la acogida de la consolación de Dios, ya cercano. Para el Evangelio de Juan es el “testigo”, ya que nos permite reconocer en Jesús Aquel que viene de lo alto, para perdonar nuestros pecados, y para hacer de su pueblo su esposa, primicia de la nueva humanidad. Como “precursor” y “testigo”, Juan el Bautista juega un papel central al interno de toda la Escritura, en cuanto hace de puente entre la promesa del Antiguo Testamento y su cumplimiento, entre las profecías, y su realización en Jesucristo. Con su testimonio Juan nos indica a Jesús, nos invita a seguirlo, y nos dice en términos inequívocos que esto requiere humildad, arrepentimiento y conversión. Es una invitación que hace ¿no? A la humildad, al arrepentimiento y a la conversión.
2. Como Moisés había pactado la alianza con Dios, en virtud de la ley que recibió en el Sinaí, así Jesús, desde una colina junto al lago de Galilea, entrega a sus discípulos y a la multitud una nueva enseñanza que comienza con las Bienaventuranzas. Moisés da la ley en el Sinaí, y Jesús, el “nuevo Moisés” da la ley en aquel monte, a orillas del lago de Galilea. Las Bienaventuranzas son el camino que Dios indica como respuesta al deseo de felicidad inherente al hombre, y perfeccionan los mandamientos de la Antigua Alianza. Estamos acostumbrados a aprender los Diez Mandamientos - seguramente todos ustedes los saben, en catequesis los hemos aprendido. Pero no estamos acostumbrados a repetir las bienaventuranzas. Probemos ahora a recordarlas y grabarlas en nuestros corazones. Hagamos una cosa: yo diré una después de la otra. Yo digo una y ustedes harán la repetición, ¿de acuerdo?
(Y en este instante Papa Francisco inicio la lectura de una Bienaventuranza y los asistentes iban repitiendo frase a frase. Fue una Audiencia más interactiva que de costumbre, cosa que tenía a todos muy pendientes)
¡Muy bien! Pero hagamos una cosa, les doy una tarea, una tarea para hacer en casa: tomen el Evangelio, el que llevan con ustedes – recuerden que deben llevar siempre un pequeño Evangelio con ustedes, en el bolsillo, en la bolsa, ¡siempre! –o aquél que tienen en casa. Llevar el Evangelio y en los primeros capítulos de Mateo, en el cinco, están las Bienaventuranzas. Y hoy, mañana, en casa, léanlas, ¿eh? ¿Lo harán? (responden sí) ¡Para no olvidarlas porque son la ley que nos da Jesús! ¿Lo harán? (responden sí) ¡Gracias!
En estas palabras está toda la novedad traída por Cristo: toda la novedad de Cristo está en estas palabras. En efecto, las Bienaventuranzas son el retrato de Jesús, su modo de vida; y son el camino hacia la verdadera felicidad, que también nosotros podemos recorrer con la gracia que Jesús nos dona.
3. Además de la nueva ley, Jesús nos entrega también el “protocolo” con el que seremos juzgados – porque en el fin del mundo seremos juzgados - y, ¿cuáles serán las preguntas que nos harán allá? ¿Cuáles serán estas preguntas? ¿Cuál es el protocolo con el cual el Juez, nos juzgará? Es aquel que encontramos en el vigésimo quinto capítulo del Evangelio de Mateo. Veinticinco. Hoy, la tarea es leer el quinto capítulo del Evangelio de Mateo en donde están las Bienaventuranzas y también leer el vigésimo quinto, en donde está el protocolo, las preguntas que nos harán el día del juicio.
No tendremos títulos, créditos o privilegios que excusar. El Señor nos reconocerá si a nuestra vez nosotros lo habremos reconocido en el pobre, en el hambriento, en los indigentes y marginados, en quien sufre y está solo... Este es uno de los criterios fundamentales para la verificación de nuestra vida cristiana, con el que Jesús nos invita a medirnos cada día.
Yo leo las Bienaventuranzas, pienso cómo debe ser mi vida cristiana…y luego hago el examen de conciencia con este capítulo veinticinco de Mateo. Cada día: hice esto, hice esto, hice aquello. Nos hará bien ¿eh? Son cosas simples, ¡pero concretas!
Queridos amigos, la nueva alianza consiste precisamente en esto: en el reconocerse, en Cristo, envueltos por la misericordia y la compasión de Dios. Esto es lo que llena nuestro corazón de alegría, y esto es lo que hace de nuestra vida un testimonio bello y creíble del amor de Dios por todos los hermanos que encontramos cada día. Recuérdense las tareas, ¿eh? Capítulo quinto de Mateo, y capítulo veinticinco, de Mateo. ¡Gracias!
¡Te amamos Papa Francisco, gracias por darle tanto a nuestra iglesia y nuestra fe!
Fuente: www.news.va
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lunes, 4 de agosto de 2014

¡Cambia tu vida!



El descubrimiento del Reino de Dios puede venir de improviso, como en la parábola del campesino que encuentra un tesoro, o después de una larga búsqueda, como el mercader de perlas finas que encuentra la perla preciosa tanto tiempo soñada, explicó el Obispo de Roma en su reflexión previa a la oración mariana del Ángelus, en la Plaza de san Pedro repleta de peregrinos, en el caluroso mediodía romano.

“Tanto el tesoro como la perla valen más que todos los otros bienes” –dijo Francisco–, por eso el campesino y el mercader se dan cuenta inmediatamente del valor incomparable de lo que han encontrado y están dispuestos a perder todo con tal de tenerlos.

Después de la oración y bendición, haciendo referencia al centésimo aniversario de la Primera Guerra Mundial, Francisco Papa dijo que se trató de una “Inútil masacre”, que causó millones de víctimas con inmensas destrucciones, y pidió “que no se repitan los errores del pasado, sino que se tengan presentes las lecciones de la historia, haciendo siempre prevalecer las razones de la paz mediante un dialogo paciente y valiente”.
 
El Sucesor de Pedro manifestó que “en particular mi pensamiento va a tres áreas de crisis: aquella medio oriental, la de Irak y aquella de Ucrania. Les pido que continúen uniéndose a mi oración para que el Señor conceda a las poblaciones y a las Autoridades de aquellas zonas la sabiduría y la fuerza necesarias para llevar adelante con determinación el camino de la paz, afrontando toda diatriba con la tenacidad del diálogo y de la negociación y con la fuerza de la reconciliación. Que al centro de cada decisión no se pongan los intereses particulares, sino el bien común y el respeto a toda persona.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Las breves semejanzas propuestas por la liturgia del día son la conclusión del capítulo del Evangelio de Mateo dedicado a las parábolas del Reino de Dios (13, 44-52). Entre éstas hay dos pequeñas obras de arte: las parábolas del tesoro escondido en el campo y la de la perla de gran valor. Ellas nos dicen que el descubrimiento del Reino de Dios puede producirse improvisamente como para el campesino que, arando, encuentra el tesoro inesperado; o después de una larga búsqueda, como para el mercante de perlas que, finalmente, encuentra la perla preciosísima soñada desde hacía tanto tiempo. Pero en ambos casos, permanece el dato primario que el tesoro y la perla valen más que todos los otros bienes y, por tanto, el campesino y el mercante, cuando los encuentran, renuncian a todo lo demás para poder comprarlos. No tienen necesidad de hacer razonamientos, o de pensar, o de reflexionar: se dan cuenta inmediatamente del valor incomparable de lo que han encontrado, y están dispuestos a perder todo con tal de tenerlo.

Así es para el Reino de Dios: quien lo encuentra no tiene dudas, siente que es lo que buscaba, lo que esperaba y que responde a sus aspiraciones más auténticas. Y es verdaderamente así: quien conoce a Jesús, quien lo encuentra personalmente, permanece fascinado, atraído por tanta bondad, tanta verdad, tanta belleza, y todo en una gran humildad y sencillez.

Buscar a Jesús, encontrar a Jesús, éste es el gran tesoro. Cuántas personas, cuántos santos y santas, leyendo con corazón abierto el Evangelio, se han sentido tan conmovidos por Jesús, que se han convertido a Él. Pensemos en san Francisco de Asís: él ya era cristiano, pero un cristiano “al agua de rosas”. Cuando leyó el Evangelio, en un momento decisivo de su juventud, encontró a Jesús y descubrió el Reino de Dios, y entonces todos sus sueños de gloria terrena se desvanecieron. El Evangelio te hace conocer a Jesús verdadero, te hace conocer a Jesús vivo; te habla al corazón y te cambia la vida. Y entonces sí, dejas todo. Puedes cambiar efectivamente el tipo de vida, o seguir haciendo lo que hacías antes, pero tú eres otro, has renacido: has encontrado lo que da sentido, lo que sabor, que da luz a todo, también a las fatigas, también a los sufrimientos y también a la muerte. Leer el Evangelio, leer el Evangelio. Hemos hablado de esto. ¿Se acuerdan? Cada día leer un pasaje del Evangelio, y también llevar un pequeño Evangelio con nosotros, en el bolsillo, en la cartera. En cualquier caso tenerlo a mano. Y allí, leyendo un pasaje encontraremos a Jesús.

Todo adquiere sentido cuando allí, en el Evangelio, encuentras este tesoro, que Jesús llama “el Reino de Dios”, es decir Dios, que reina en tu vida, en nuestra vida; Dios que es amor, paz y alegría en cada hombre y en todos los hombres. Esto es lo que Dios quiere, es aquello por lo cual Jesús se ha dado a sí mismo hasta morir en una cruz, para liberarnos del poder de las tinieblas y trasladarnos al reino de la vida, de la belleza, de la bondad, de la alegría. Leer el Evangelio es encontrar a Jesús, es tener esta alegría cristiana, que es un don del Espíritu Santo.

Queridos hermanos y hermanas, la alegría de haber encontrado el tesoro del Reino de Dios se transparenta, se ve. El cristiano no puede tener escondida su fe, porque transluce en cada palabra, en cada gesto, incluso en los más simples y cotidianos: transluce el amor que Dios nos ha dado mediante Jesús. Oremos, por intercesión de la Virgen María, para que venga a nosotros y al mundo entero su Reino de amor, de justicia y de paz.


Fuente: www.news.va
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Dios nos tiene paciencia



Inspirado en el Evangelio según san Mateo del domingo 20 de julio, en el caluroso mediodía y ante una plaza de San Pedro repleta de peregrinos con sombreros y sombrillas para protegerse del sol, el Obispo de Roma recordó que en la parábola el dueño sembró trigo, pero en la noche el enemigo sembró cizaña del campo y explicó que cizaña en hebraico deriva de la misma raíz del nombre de “Satanás” y reclama el concepto de “división”.


Los servidores quieren cortar la cizaña pero el patrón se los impide con esta motivación: “para que no suceda que arrancando la cizaña corten también el trigo”.

Francisco afirmó que el mal en el mundo no viene de Dios sino de su enemigo el Maligno, que muy astutamente siembra el mal en medio del bien, de modo que es imposible separarlos netamente; pero Dios al final podrá hacerlo.

Estas fueron sus palabras:

Queridos hermanos y hermanas ¡Buenos días!

En estos domingos la liturgia propone algunas parábolas evangélicas, o sea breves narraciones que Jesús usaba para anunciar a la multitud el Reino de los cielos. Entre aquellas presentes en el Evangelio de hoy, se encuentra una más bien compleja que al inicio no se entiende, la cual Jesús explica luego a discípulos: es aquella de la semilla buena y de la cizaña, que enfrenta el problema del mal en el mundo y pone en relieve la paciencia de Dios(cfr Mt 13,24-30.36-43). La escena se desarrolla en un campo en donde el propietario siembra la semilla; pero una noche llega el enemigo y siembra la cizaña, término que en hebreo deriva de la misma raíz del nombre “Satanás” y evoca el concepto de división. 

Todos sabemos que el demonio es un cizañero: trata siempre de dividir a las personas, a las familias, a las Naciones y a los pueblos. Los peones quisieran de inmediato arrancar la hierba mala, pero el propietario lo impide con esta motivación: «porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo» (Mt 13, 29). Porque todos sabemos que, cuando la cizaña crece, se parece mucho a la semilla buena y existe el peligro de confundir una con otra.

La enseñanza de la parábola es doble. Ante todo dice que el mal en el mundo no proviene de Dios, sino de su enemigo, el Maligno. Es curioso: él va de noche a sembrar la cizaña, en la oscuridad, en la confusión… Donde no existe la luz, él va y siembra la cizaña. Este enemigo es astuto: ha sembrado el mal en medio del bien, de manera que es imposible para nosotros hombres separarlos netamente; pero al final, Dios, podrá hacerlo. Él se toma el tiempo.

Y aquí llegamos al segundo tema: la contraposición entre la impaciencia de los peones y la paciente espera del propietario del campo, que representa a Dios. A veces nosotros tenemos una gran prisa en juzgar, clasificar, poner de un lado a los buenos, y del otro a los malos… Pero acuérdense de la oración del hombre soberbio: “te agradezco, Dios, porque yo soy bueno y no soy como ese otro que es malo”. Acuérdense de esto. Dios en cambio sabe esperar. Él mira en el “campo” de la vida de cada persona con paciencia y misericordia: ve mucho mejor que nosotros la suciedad y el mal, pero también ve los retoños del bien y espera con confianza que maduren. Dios es paciente, sabe esperar. ¡Que hermoso es esto! Nuestro Dios es un padre paciente, que nos espera siempre, y nos espera con el corazón en la mano para acogernos, ¡para perdonarnos! Nos perdona siempre si vamos hacia Él… La actitud del propietario es aquella de la esperanza fundada sobre la certidumbre de que el mal no tiene ni la primera ni la última palabra. Y hay más: gracias a esta paciente espera de Dios la misma cizaña, o sea el corazón malvado con tantos pecados, al final puede convertirse en semilla buena. Pero atención: la paciencia evangélica no es indiferencia al mal; ¡no se puede hacer confusión entre bien y mal! Frente a la cizaña presente en el mundo el discípulo del Señor está llamado a imitar la paciencia de Dios, a alimentar la esperanza con el apoyo de una inquebrantable confianza en la victoria final del bien, o sea de Dios.


Al final, de hecho, el mal será arrancado y eliminado: al tiempo de la cosecha, o sea del juicio, los cosechadores seguirán la orden del propietario separando la cizaña para quemarla (Mt13,30). En aquel día de la cosecha final el juez será Jesús, Aquel que ha sembrado la semilla buena en el mundo y que se ha vuelto Él mismo “semilla”, ha muerto y resucitado. Al final todos seremos juzgados con la misma medida ¿Con cuál? ¿Con cuál medida? con la misma medida con la que hemos juzgado: la misericordia que habremos tenido para con los demás será usada también con nosotros. Pidamos a la Virgen, nuestra Madre, que nos ayude a crecer en la paciencia, en la esperanza y en la misericordia con todos los hermanos.

Fuente: www.news.va

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