Una de las escenas más hermosas que tenemos en nuestro libro sagrado, la
Biblia, fue aquel momento santo en el que los discípulos se encuentran
escuchando a Jesús en Galilea, en el conocido Sermón de la Montaña. En medio de
varios lineamientos muy importantes que estaba dándoles, uno de ellos le dijo
al Maestro: “Señor, enséñanos a orar” y él dijo: “Ustedes deben orar así: Padre
Nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu
reino, hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan
de cada día y perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los
que nos ofenden, no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal. Amén”.
Esta oración es ampliamente conocida por todos, creyentes o no. Está
completamente institucionalizada en nuestra iglesia católica desde hace decenas
de años y es utilizada como inicio y eje transversal de casi todos los ritos y
prácticas de nuestra iglesia. Los cristianos protestantes también la recitan.
Parte de su importancia radica en que el propio Jesús, se ocupó por
dejar un importante legado, en ese momento para sus discípulos, para que con
esas líneas pudieran dirigirse a su Padre, nuestro Padre también, con palabras
sencillas y sentidas del corazón. Jesús confiaba en que sus apóstoles la
difundirían cuando él no estuviera y así fue, 2014 años después estamos aquí
diciéndolo siempre incansablemente y defendiéndolo cuando toque.
El Padrenuestro está formado por un saludo y siete peticiones.
PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO. Con esta pequeña frase nos ponemos
en presencia de Dios para adorarle, amarle y bendecirle.
¡PADRE!: al decirle Padre, nosotros nos reconocemos como hijos suyos y
tenemos el deseo y el compromiso de portarnos como hijos de Dios, tratar de
parecernos a Él.
PADRE “NUESTRO”: al decir esto reconocemos todas las promesas de amor de
Dios hacia nosotros. “Padre Nuestro” porque es mío, de Jesús y de todos los
cristianos.
“QUE ESTÁS EN EL CIELO”: el cielo no es un lugar sino una manera de
estar. Dios está en los corazones que confían y creen en Él. Dios puede habitar
en nosotros si se lo permitimos.
Las siete peticiones
Las siete peticiones
Después de ponernos en presencia de Dios, desde nuestro corazón diremos
siete peticiones, siete bendiciones.
1. SANTIFICADO SEA TU NOMBRE: Con esto decimos que Dios sea alabado,
santificado en cada nación, en cada hombre. Depende de nuestra vida y de
nuestra oración que su nombre sea santificado o no. Pedimos que sea santificado
por nosotros que estamos en Él, pero también por los otros a los que todavía no
les llega la gracia de Dios. Expresamos a Dios nuestro deseo de que todos los
hombres lo conozcan y le estén agradecidos por su amor.
2. VENGA A NOSOTROS TU REINO: Al hablar del Reino de Dios, nos referimos
a hacerlo presente en nuestra vida de todos los días, a tener a Cristo en
nosotros para darlo a los demás y así hacer crecer su Reino; y también nos
referimos a que esperamos a que Cristo regrese y sea la venida final del Reino
de Dios.
Cristo vino a la Tierra por primera vez como hombre y nació humildemente
en un establo. En el fin del mundo, cuando llegue la Resurrección de los
muertos y el juicio final, Cristo volverá a venir a la Tierra, pero esta vez
como Rey y desde ese momento reinará para siempre sobre todos los hombres. Se
trata de ayudar en la Evangelización y conversión de todos los hombres. Hacer
apostolado para que todos los hombres lo conozcan, lo amen.
3. HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO: lo que quiere Dios
para nosotros es nuestra salvación, es que lleguemos a estar con Él. Que en la tierra el error sea
desterrado, que reine la verdad, que el vicio sea destruido y que florezcan las
virtudes.
4. DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA: al decir “danos” nos estamos
dirigiendo a nuestro Padre con toda la confianza con la que se dirige un hijo a
un padre. Al decir
“nuestro pan” nos referimos tanto al pan de comida para satisfacer nuestras necesidades
materiales como al pan del alma para satisfacer nuestras necesidades
espirituales.
5. PERDONA NUESTRAS OFENSAS COMO
TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN. Los hombres pecamos y nos alejamos
de Dios, por eso necesitamos pedirle perdón cuando lo ofendemos. Para poder
recibir el amor de Dios necesitamos un corazón limpio y puro, no un corazón
duro que no perdone los demás. Este
perdón debe nacer del fondo del corazón. Para esto necesitamos de la ayuda del
Espíritu Santo y recordar que el amor es más fuerte que el pecado.
6. NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN. El pecado es el fruto de consentir la tentación, de decir sí a las invitaciones que nos hace el demonio para obrar mal. Le pedimos que no nos deje tomar el camino que conduce hacia el pecado, hacia el mal. El Espíritu Santo nos ayuda a decir no a la tentación. Hay que orar mucho para no caer en tentación.
6. NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN. El pecado es el fruto de consentir la tentación, de decir sí a las invitaciones que nos hace el demonio para obrar mal. Le pedimos que no nos deje tomar el camino que conduce hacia el pecado, hacia el mal. El Espíritu Santo nos ayuda a decir no a la tentación. Hay que orar mucho para no caer en tentación.
7. Y LÍBRANOS DEL MAL. El mal es Satanás, el
ángel rebelde. La pedimos a Dios que nos guarde de las astucias del demonio.
Pedimos por los males presentes, pasados y futuros. Pedimos estar en paz y en
gracia para la venida de Cristo.
AMÉN: Así sea.
Dicho esto,
queda evidenciada la sacralidad de esta oración. ¿Qué ocurre con lo sagrado? Es
intocable.
Fuente: catholic.net
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Dios les bendiga.
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