Papa Francisco en la catequesis del miércoles 27 de agosto, dio como
siempre, una charla imperdible, aquí algunos extractos, que TODO cristiano debe
leer:
Queridos hermanos y hermanas:
Cada
vez que renovamos nuestra profesión de fe recitando el “Credo”, afirmamos que
la Iglesia es «una» y «santa». Es una, porque tiene su origen en Dios Trinidad,
misterio de unidad y de comunión plena. Y la Iglesia es santa, porque está
fundada en Jesucristo, animada por su Santo Espíritu, colmada por su amor y por
su salvación. Al mismo tiempo, sin embargo, es santa pero compuesta por
pecadores, todos nosotros. Pecadores que experimentamos cada día las propias
fragilidades y las propias miserias. Así, esta fe que profesamos nos mueve a la
conversión, a tener el valor de vivir cotidianamente la unidad y santidad; y si
nosotros no estamos unidos, si no somos santos, es porque no somos fieles a
Jesús. Pero Él, Jesús, no nos deja solos, no abandona a su Iglesia. Él camina
con nosotros, Él nos comprende.
1. El
primer consuelo nos llega del hecho que Jesús rezó tanto por la unidad de sus
discípulos. Es la oración de la última cena, Jesús pidió tanto: “Padre que sean
uno”. Rezó por la unidad. Y justo en la inminencia de la Pasión, cuando estaba
a punto de ofrecer toda su vida por nosotros. Es aquello que estamos invitados
a leer y meditar continuamente, en una las páginas más intensas y conmovedoras
del Evangelio de Juan, el capítulo diecisiete (cf. vv. 11,21-23). ¡Qué bello es
saber que el Señor, apenas antes de morir, no se preocupó por sí mismo, sino
que pensó en nosotros! Y en su diálogo intenso con el Padre, oró justamente
para que podamos ser una cosa sola con Él y entre nosotros.
2. «Que
todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean
uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste». (Jn 17,21). Los
Hechos de los Apóstoles nos recuerdan que los primeros cristianos se
distinguían por el hecho de tener “un solo corazón y una sola alma” (Hch 4,32);
el apóstol Pablo, después, exhortaba a sus comunidades a no olvidar que son «un
solo cuerpo» (1 Cor 12,13)…hemos oído en las lecturas. La experiencia, sin
embargo, nos dice que son tantos los pecados contra la unidad. Y no pensamos
solamente en los cismas, pensamos en faltas muy comunes en nuestras
comunidades, en pecados “parroquiales”, en los pecados en las parroquias. A
veces, de hecho, nuestras parroquias, llamadas a ser lugares de comunión y
donde compartir, son tristemente marcadas por la envidia, los celos, las
antipatías...Y las habladurías están a la mano de todos ¿eh? ¡Cuánto se habla
en las parroquias! ¿Es bueno esto o no es bueno? ¿Es bueno?…Y si, uno es
elegido ‘presidente’ de tal asociación: se habla contra de él… Y si tal otra es
elegida ‘presidenta’ de la catequesis: las demás hablan contra de ella…Pero
esto, ¡no es la Iglesia! Esto no se debe hacer, ¡no debemos hacerlo! No les
digo que se corten la lengua, no, no, no, tanto no, pero pedir al Señor la
gracia de no hacerlo.
Esto es humano, ¡pero no es cristiano! Esto sucede cuando apuntamos a los primeros puestos; cuando nos ponemos en el centro, con nuestras ambiciones personales y nuestras formas de ver las cosas, y juzgamos a los demás; cuando nos fijamos en los defectos de los hermanos, en lugar de ver sus cualidades; cuando damos más importancia a lo que nos divide en lugar de aquello que nos une...
Una
vez, en la diócesis que tenía antes, oí un comentario interesante y bello: se
hablaba de una anciana que había trabajado toda su vida en la parroquia. Y una
persona que la conocía bien dijo: “esta mujer jamás ha hablado mal, nunca
participó de habladurías, siempre tenía una sonrisa”. ¡Una persona así podría
ser canonizada mañana! Es así, es bello esto, un hermoso ejemplo. Y si miramos la historia de la
Iglesia…¡cuántas divisiones entre nosotros, cristianos! También ahora estamos
divididos. También en la historia, los cristianos hicimos la guerra entre
nosotros por divisiones teológicas, pensemos en la guerra de los treinta años.
Pero, esto no es cristiano. ¿Somos cristianos o no? Estamos divididos ahora.
Tenemos que pedir por la unidad de todos los cristianos, ir por el camino de la
unidad que es lo que Jesús quiere y por lo que ha rezado.
3. En
vista de todo esto, tenemos que hacer seriamente un examen de conciencia. En
una comunidad cristiana, la división es uno de los pecados más graves, porque
la hace signo no de la obra de Dios, sino de la obra del diablo, el cual es,
por definición, aquel que separa, que arruina las relaciones, que insinúa
prejuicios…La división en una comunidad cristiana - sea una escuela, sea una
parroquia, una asociación, donde sea - es un pecado gravísimo, porque es obra
del diablo.
Queridos
amigos… pedimos sinceramente perdón por todas las veces que hemos sido motivo
de división o de incomprensión al interno de nuestras comunidades, sabiendo
bien que no se llega a la comunión, sino es a través de la continua conversión.
¿Y qué es la conversión?: “Señor, dame la gracia de no hablar mal, de no
criticar, de no chismorrear, de querer bien a todos”. ¡Es una gracia que el
Señor nos da! Esto es convertir el corazón, ¿no?
Y pedimos que el tejido cotidiano de nuestras relaciones pueda convertirse en un reflejo siempre más bello y gozoso de la relación entre Jesús y el Padre. Gracias.
Fuente: www.news.va
Twitter e Instagram:
@jovencatolica1. Dios les bendiga.
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