lunes, 22 de septiembre de 2014

¿Aborto si o no?



El aborto siempre será un tema de amplio debate en el mundo entero. Increíblemente polémico y radicalmente aceptado o condenado de acuerdo a cada creencia o sector. El sentido común de un buen número de seres humanos en el mundo, nos impulsa a rechazar categóricamente el aborto voluntario y todas aquellas iniciativas o ideas que promueven esta práctica como algo normal o habitual en la vida de una mujer que se siente incapacitada para ser madre.


En el aborto hacen vida muchos factores, entre ellos la incertidumbre que genera en la mujer tener un hijo no planificado, el estigma social de las madres solteras (que Papa Francisco ha rescatado enhorabuena) y la presión del padre para evitar asumir una responsabilidad que no estaba en sus planes.

En el mundo, en países desarrollados o no, terminamos entonces hablando de los niños y las mujeres embarazadas, como objetos o situaciones que puedes limpiar, eliminar o desaparecer según tu humor del día. Si de verdad quisiéramos ser menos hipócritas en realidad deberíamos condenar las relaciones prematrimoniales, el sexo sin preservativo o anticonceptivos, el machismo, etc. Pero pareciera ser más fácil desaparecer la consecuencia que la causa.

El conflicto o uno de los conflictos se presenta cuando la mujer accede a tomar la decisión, casi siempre por presión, es que su vida se transforma completamente. Ya es habitual conseguirnos en internet noticias y videos de madres abortistas arrepentidas, que llevan el conteo de cuantos meses o años tendría el bebé o en el mejor de los casos guardan los ecosonogramas para tener un recuerdo. ¿Por qué las mujeres debemos someternos a esto? ¿En qué momento dejamos de entender y seguir los designios de la naturaleza para convertirnos en monstruos aniquiladores de la raza humana? Así lo vemos en lo que hacemos con la naturaleza, el medio ambiente, cuando nos pasamos una luz contraria en el semáforo, robamos o injuriamos y así mismo lo hacemos matando a una persona, sí el aborto es asesinato.

Existen muchas aristas sobre el tema que Papa Francisco ya ha adelantado un poco en sus alocuciones y que afortunadamente se van a abordar en el sínodo de la familia que se realizará en el mes de octubre de 2014. Como iglesia, como católicos tenemos una responsabilidad muy grande y muy desactualizada de las realidades del mundo. Si bien es cierto que no podemos ni debemos adaptarnos a las locuras de nuestro mundo actual, también es cierto que en nuestras normas, que muchas datan de a.C, hemos excluido por siglos a muchos sectores vulnerables e importantes que no se alimentan únicamente de su fe, tienen problemas de base gravísimos que todos, todos deberíamos trabajar por solucionar. Madres solteras, embarazo adolescente, uso de anticonceptivos, homosexualidad, prostitución y divorcio son algunos de los temas que nos generan “miedito” conversar en el interior de nuestras parroquias pero que Papa Francisco, gracias a Dios, tiene muy presentes. Quizás su contexto y realidad latinoamericana lo tiene con los pies tan puestos sobre la tierra y nosotros debemos apoyarlo de forma incondicional. Los cambios y transformaciones son necesarios, algunos gustarán, otros nos costarán, pero revelarnos o desconocerlos, es a su vez, ir en contra de Dios y sus mandatos si nos vamos a la premisa real de que el Papa es elegido por inspiración directa de Dios.

Entonces, una historia publicada por AciPrensa llamó mi atención, un video titulado “My almost abortion story (“Mi historia de casiaborto”), donde una joven de 20 años relató cómo desistió de su intento de someterse a un aborto luego de ver la ecografía de su bebé.

La joven, que se identifica como “AutumnBabydolllxx”, señaló que, aunque se considera “pro-elección”, la experiencia del aborto “es muy difícil de sobrellevar” y que “algunas chicas realmente lamentan haberse hecho eso y siempre piensan en sus bebés en el futuro”.

AutumnBabydolllxx explicó su decisión de contar su historia en un video porque “quería decirle a todos cómo fue para mí, porque no pasé un buen momento ahí (en la clínica de abortos)”.

La consejera de la clínica de abortos, dijo la joven, era “honestamente, una desgraciada”, y recordó enojada que la mujer le dijo que “porque tengo 20 años no puedo criar a un bebé”.

Mientras se ponía la bata, preparándose para el procedimiento, AutumnBabydolllxx comenzó a reflexionar sobre “¿por qué estoy haciendo esto?”.

“Podía simplemente imaginarme sosteniendo a mi segundo hijo si me deshacía de este y pensaba ‘bien, tu hermano no está aquí’… y yo simplemente no podía vivir con ese sentimiento, pensando que me voy a arrepentir de esto. Así que, fue, esto no es para mí”, dijo.

Pero el elemento definitivo para que se rehúse al aborto estaba por llegar.

Cuando le realizaron la ecografía “fue cuando realmente dio en el blanco. Ellos obviamente encontraron al bebé en la ecografía y yo simplemente no podía creerlo”.

Mientras abandonaba la clínica, con sentimientos encontrados, la joven recuerda que le decía una y otra vez a su enamorado “el bebé realmente está ahí, el bebé realmente está ahí”.

“No me arrepiento” de rechazar el aborto, aseguró la joven. “No puedo evitar sonreír porque yo era tan negativa antes y estaba tan asustada y no hay nada de qué tener miedo”, dijo.



Dios siempre estará contigo para bendecirte.

Fuente: www.news.va

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Ser Cristiano es un don de DIOS



“Sólo con un corazón misericordioso podremos, verdaderamente, seguir a Jesús”. Esta, es una de las frases más destacadas de las palabras que Papa Francisco ofreció en su sermón de la misa matutina del pasado jueves 11 septiembre, además, expreso que “la vida cristiana es un don, sin egoísmo, porque solo así será posible amar a los propios enemigos como nos lo pide el Señor”.


El Evangelio de Lucas fue el protagonista esta vez, Papa Francisco se detuvo de manera especial en las líneas que nos hacen referencia al amor sin límites, al amor hacia el enemigo. Destacó que Jesús nos pide que recemos por quien nos trata mal, e hizo énfasis en algunas frases como “amen, hagan el bien, bendigan, recen” y “no rechacen”. “Es darse a sí mismo, dar el corazón, precisamente a los que no nos quieren, a los que nos hacen mal, a los enemigos. Y esta es la novedad del Evangelio”. Jesús nos muestra que no tenemos mérito si amamos a los que nos aman, porque eso lo hacen también los pecadores. Los cristianos, en cambio, están llamados a amar a sus enemigos: “Hagan el bien y presten sin esperar nada. Sin interés y su recompensa será grande”. Ciertamente – reconoció el Papa – “el Evangelio es una novedad. Una novedad difícil que hay que llevar adelante, yendo detrás de Jesús”.

‘Padre, yo… ¡yo no tengo la voluntad de hacer así!’ – ‘Bueno, si no te sientes capaz de esto es un problema tuyo, ¡pero el camino cristiano es éste!’. Éste es el camino que Jesús nos enseña. ‘¿Y qué cosa debo esperar?’. Vayan por el camino de Jesús, que es la misericordia; sean misericordiosos como su Padre es misericordioso. Sólo con un corazón misericordioso podremos hacer todo lo que el Señor nos aconseja. Hasta el final. La vida cristiana no es una vida autorreferencial; es una vida que sale de sí misma para darse a los demás. Es un don, es amor, y el amor no vuelve sobre sí mismo, no es egoísta: se da”.


“Ésta es la vida cristiana. ‘Pero, Padre, ¡esto es una necedad!’ – ‘Sí’. Hemos escuchado, estos días a San Pablo que decía lo mismo: ‘La necedad de la Cruz de Cristo’, que no tiene nada que ver con la sabiduría del mundo. ‘Pero, Padre, ¿ser cristiano es volverse necio en cierto sentido?’ – ‘Sí’. En cierto sentido, sí. Es renunciar a esa astucia del mundo para hacer todo lo que Jesús nos dice que hagamos; y que si hacemos las cuentas, si hacemos un balance, parece en perjuicio nuestro”.


“Pero éste – advirtió Francisco – es el camino de Jesús: la magnanimidad, la generosidad; el darse a sí mismo sin medida”. Por esto – añadió – “Jesús vino al mundo, y así lo hizo Él: dio, perdonó, no habló mal de nadie, no juzgó”. “Ser cristiano no es fácil – reconoció el Papa – y no “podemos llegar a ser cristianos” sólo “con la gracia de Dios” o sólo “con nuestras fuerzas”:

“Y aquí viene la oración que debemos hacer todos los días: ‘Señor, dame la gracia de llegar a ser un buen cristiano, una buena cristiana, porque yo no logro hacerlo”.


Por otra parte, en la homilía de este viernes 12 de septiembre, también el sermón Papal estuvo sin desperdicio, aquí algunos fragmentos:

“No se puede corregir a una persona sin amor ni sin caridad. No se puede hacer una intervención quirúrgica sin anestesia: no se puede, porque el enfermo moriría de dolor. Y la caridad es como una anestesia que ayuda a recibir la cura y a aceptar la corrección. Llamarlo personalmente, con mansedumbre, con amor y hablarle”.


En segundo lugar – prosiguió Francisco – es necesario hablar con la verdad: “no decir algo que no es verdadero. Cuántas veces, en nuestras comunidades, se dicen cosas de otra persona, que no son verdaderas: son calumnias. O si son verdaderas, se quita la fama de aquella persona”. “Las habladurías – reafirmó el Papa – hieren; las habladurías son bofetadas contra la fama de una persona, son bofetadas contra el corazón de una persona”. 


El tercer punto es corregir con humildad: “Si tú debes corregir un defecto pequeño ahí, ¡piensa que tú tienes tantos más grandes!”: “La corrección fraterna es un acto para curar el cuerpo de la Iglesia. Hay un agujero, allí, en el tejido de la Iglesia que es necesario remendar. Y así como las mamás y las abuelas, que cuando remiendan lo hacen con tanta delicadeza, así debe ser la corrección fraterna. Si tú no eres capaz de hacerla con amor, con caridad, en la verdad y con humildad, tú harás una ofensa, una destrucción al corazón de esa persona, tú harás una habladuría más, que hiere, y tú te transformarás en un ciego hipócrita”. “Un signo que tal vez pueda ayudarnos” – observó el Papa – es el hecho de sentir “cierto placer” cuando “uno ve algo que no va” y que considera que debe corregir: es necesario estar “atentos porque eso no es del Señor”: “En el Señor siempre está la cruz, la dificultad de hacer una cosa buena; del Señor es siempre el amor que nos da, la mansedumbre. No ser juez. Nosotros, los cristianos, tenemos la tentación de hacer como los doctores de la ley: ponernos fuera del juego del pecado y de la gracia como si fuéramos ángeles… ¡No! Es lo que dice Pablo: ‘No suceda que después de haber predicado a los demás, yo mismo sea descalificado’. Y un cristiano que, en la comunidad, no hace las cosas, incluso la corrección fraterna, con caridad, en la verdad y con humildad, ¡es un descalificado! No ha logrado convertirse en un cristiano maduro”.
 

 
Fuente: www.news.va

Puedes escribirme a vidacatolica@gmail.com. Que Dios te Bendiga.

viernes, 5 de septiembre de 2014

¡Chismear es de humanos pero NO de Cristianos!



Papa Francisco en la catequesis del miércoles 27 de agosto, dio como siempre, una charla imperdible, aquí algunos extractos, que TODO cristiano debe leer:


Queridos hermanos y hermanas:

Cada vez que renovamos nuestra profesión de fe recitando el “Credo”, afirmamos que la Iglesia es «una» y «santa». Es una, porque tiene su origen en Dios Trinidad, misterio de unidad y de comunión plena. Y la Iglesia es santa, porque está fundada en Jesucristo, animada por su Santo Espíritu, colmada por su amor y por su salvación. Al mismo tiempo, sin embargo, es santa pero compuesta por pecadores, todos nosotros. Pecadores que experimentamos cada día las propias fragilidades y las propias miserias. Así, esta fe que profesamos nos mueve a la conversión, a tener el valor de vivir cotidianamente la unidad y santidad; y si nosotros no estamos unidos, si no somos santos, es porque no somos fieles a Jesús. Pero Él, Jesús, no nos deja solos, no abandona a su Iglesia. Él camina con nosotros, Él nos comprende. 


1. El primer consuelo nos llega del hecho que Jesús rezó tanto por la unidad de sus discípulos. Es la oración de la última cena, Jesús pidió tanto: “Padre que sean uno”. Rezó por la unidad. Y justo en la inminencia de la Pasión, cuando estaba a punto de ofrecer toda su vida por nosotros. Es aquello que estamos invitados a leer y meditar continuamente, en una las páginas más intensas y conmovedoras del Evangelio de Juan, el capítulo diecisiete (cf. vv. 11,21-23). ¡Qué bello es saber que el Señor, apenas antes de morir, no se preocupó por sí mismo, sino que pensó en nosotros! Y en su diálogo intenso con el Padre, oró justamente para que podamos ser una cosa sola con Él y entre nosotros.


2. «Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste». (Jn 17,21). Los Hechos de los Apóstoles nos recuerdan que los primeros cristianos se distinguían por el hecho de tener “un solo corazón y una sola alma” (Hch 4,32); el apóstol Pablo, después, exhortaba a sus comunidades a no olvidar que son «un solo cuerpo» (1 Cor 12,13)…hemos oído en las lecturas. La experiencia, sin embargo, nos dice que son tantos los pecados contra la unidad. Y no pensamos solamente en los cismas, pensamos en faltas muy comunes en nuestras comunidades, en pecados “parroquiales”, en los pecados en las parroquias. A veces, de hecho, nuestras parroquias, llamadas a ser lugares de comunión y donde compartir, son tristemente marcadas por la envidia, los celos, las antipatías...Y las habladurías están a la mano de todos ¿eh? ¡Cuánto se habla en las parroquias! ¿Es bueno esto o no es bueno? ¿Es bueno?…Y si, uno es elegido ‘presidente’ de tal asociación: se habla contra de él… Y si tal otra es elegida ‘presidenta’ de la catequesis: las demás hablan contra de ella…Pero esto, ¡no es la Iglesia! Esto no se debe hacer, ¡no debemos hacerlo! No les digo que se corten la lengua, no, no, no, tanto no, pero pedir al Señor la gracia de no hacerlo.

Esto es humano, ¡pero no es cristiano! Esto sucede cuando apuntamos a los primeros puestos; cuando nos ponemos en el centro, con nuestras ambiciones personales y nuestras formas de ver las cosas, y juzgamos a los demás; cuando nos fijamos en los defectos de los hermanos, en lugar de ver sus cualidades; cuando damos más importancia a lo que nos divide en lugar de aquello que nos une...


Una vez, en la diócesis que tenía antes, oí un comentario interesante y bello: se hablaba de una anciana que había trabajado toda su vida en la parroquia. Y una persona que la conocía bien dijo: “esta mujer jamás ha hablado mal, nunca participó de habladurías, siempre tenía una sonrisa”. ¡Una persona así podría ser canonizada mañana! Es así, es bello esto, un hermoso ejemplo. Y si miramos la historia de la Iglesia…¡cuántas divisiones entre nosotros, cristianos! También ahora estamos divididos. También en la historia, los cristianos hicimos la guerra entre nosotros por divisiones teológicas, pensemos en la guerra de los treinta años. Pero, esto no es cristiano. ¿Somos cristianos o no? Estamos divididos ahora. Tenemos que pedir por la unidad de todos los cristianos, ir por el camino de la unidad que es lo que Jesús quiere y por lo que ha rezado.


3. En vista de todo esto, tenemos que hacer seriamente un examen de conciencia. En una comunidad cristiana, la división es uno de los pecados más graves, porque la hace signo no de la obra de Dios, sino de la obra del diablo, el cual es, por definición, aquel que separa, que arruina las relaciones, que insinúa prejuicios…La división en una comunidad cristiana - sea una escuela, sea una parroquia, una asociación, donde sea - es un pecado gravísimo, porque es obra del diablo. 


Queridos amigos… pedimos sinceramente perdón por todas las veces que hemos sido motivo de división o de incomprensión al interno de nuestras comunidades, sabiendo bien que no se llega a la comunión, sino es a través de la continua conversión. ¿Y qué es la conversión?: “Señor, dame la gracia de no hablar mal, de no criticar, de no chismorrear, de querer bien a todos”. ¡Es una gracia que el Señor nos da! Esto es convertir el corazón, ¿no?

Y pedimos que el tejido cotidiano de nuestras relaciones pueda convertirse en un reflejo siempre más bello y gozoso de la relación entre Jesús y el Padre. Gracias.


Fuente: www.news.va

Twitter e Instagram: @jovencatolica1. Dios les bendiga.


Padre NUESTRO



Una de las escenas más hermosas que tenemos en nuestro libro sagrado, la Biblia, fue aquel momento santo en el que los discípulos se encuentran escuchando a Jesús en Galilea, en el conocido Sermón de la Montaña. En medio de varios lineamientos muy importantes que estaba dándoles, uno de ellos le dijo al Maestro: “Señor, enséñanos a orar” y él dijo: “Ustedes deben orar así: Padre Nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal. Amén”.


Esta oración es ampliamente conocida por todos, creyentes o no. Está completamente institucionalizada en nuestra iglesia católica desde hace decenas de años y es utilizada como inicio y eje transversal de casi todos los ritos y prácticas de nuestra iglesia. Los cristianos protestantes también la recitan.


Parte de su importancia radica en que el propio Jesús, se ocupó por dejar un importante legado, en ese momento para sus discípulos, para que con esas líneas pudieran dirigirse a su Padre, nuestro Padre también, con palabras sencillas y sentidas del corazón. Jesús confiaba en que sus apóstoles la difundirían cuando él no estuviera y así fue, 2014 años después estamos aquí diciéndolo siempre incansablemente y defendiéndolo cuando toque.


El Padrenuestro está formado por un saludo y siete peticiones.


PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO. Con esta pequeña frase nos ponemos en presencia de Dios para adorarle, amarle y bendecirle. 


¡PADRE!: al decirle Padre, nosotros nos reconocemos como hijos suyos y tenemos el deseo y el compromiso de portarnos como hijos de Dios, tratar de parecernos a Él. 


PADRE “NUESTRO”: al decir esto reconocemos todas las promesas de amor de Dios hacia nosotros. “Padre Nuestro” porque es mío, de Jesús y de todos los cristianos.


“QUE ESTÁS EN EL CIELO”: el cielo no es un lugar sino una manera de estar. Dios está en los corazones que confían y creen en Él. Dios puede habitar en nosotros si se lo permitimos.

Las siete peticiones

Después de ponernos en presencia de Dios, desde nuestro corazón diremos siete peticiones, siete bendiciones.


1. SANTIFICADO SEA TU NOMBRE: Con esto decimos que Dios sea alabado, santificado en cada nación, en cada hombre. Depende de nuestra vida y de nuestra oración que su nombre sea santificado o no. Pedimos que sea santificado por nosotros que estamos en Él, pero también por los otros a los que todavía no les llega la gracia de Dios. Expresamos a Dios nuestro deseo de que todos los hombres lo conozcan y le estén agradecidos por su amor. 


2. VENGA A NOSOTROS TU REINO: Al hablar del Reino de Dios, nos referimos a hacerlo presente en nuestra vida de todos los días, a tener a Cristo en nosotros para darlo a los demás y así hacer crecer su Reino; y también nos referimos a que esperamos a que Cristo regrese y sea la venida final del Reino de Dios.


Cristo vino a la Tierra por primera vez como hombre y nació humildemente en un establo. En el fin del mundo, cuando llegue la Resurrección de los muertos y el juicio final, Cristo volverá a venir a la Tierra, pero esta vez como Rey y desde ese momento reinará para siempre sobre todos los hombres. Se trata de ayudar en la Evangelización y conversión de todos los hombres. Hacer apostolado para que todos los hombres lo conozcan, lo amen.


3. HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO: lo que quiere Dios para nosotros es nuestra salvación, es que lleguemos a estar con Él. Que en la tierra el error sea desterrado, que reine la verdad, que el vicio sea destruido y que florezcan las virtudes.


4. DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA: al decir “danos” nos estamos dirigiendo a nuestro Padre con toda la confianza con la que se dirige un hijo a un padre. Al decir “nuestro pan” nos referimos tanto al pan de comida para satisfacer nuestras necesidades materiales como al pan del alma para satisfacer nuestras necesidades espirituales.


 5. PERDONA NUESTRAS OFENSAS COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN. Los hombres pecamos y nos alejamos de Dios, por eso necesitamos pedirle perdón cuando lo ofendemos. Para poder recibir el amor de Dios necesitamos un corazón limpio y puro, no un corazón duro que no perdone los demás. Este perdón debe nacer del fondo del corazón. Para esto necesitamos de la ayuda del Espíritu Santo y recordar que el amor es más fuerte que el pecado.

6. NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN. El pecado es el fruto de consentir la tentación, de decir sí a las invitaciones que nos hace el demonio para obrar mal. Le pedimos que no nos deje tomar el camino que conduce hacia el pecado, hacia el mal. El Espíritu Santo nos ayuda a decir no a la tentación. Hay que orar mucho para no caer en tentación.


 7. Y LÍBRANOS DEL MAL. El mal es Satanás, el ángel rebelde. La pedimos a Dios que nos guarde de las astucias del demonio. Pedimos por los males presentes, pasados y futuros. Pedimos estar en paz y en gracia para la venida de Cristo.


AMÉN: Así sea. 


Dicho esto, queda evidenciada la sacralidad de esta oración. ¿Qué ocurre con lo sagrado? Es intocable. 


Fuente: catholic.net

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