Durante
la audiencia general del primer miércoles de junio, en una límpida Plaza de San
Pedro bajo el sol primaveral, y ante la presencia de varios miles de fieles y
peregrinos de numerosos países, el Papa Francisco dedicó su catequesis al don
de la piedad, como don del Espíritu Santo, que se refiere a nuestra relación
con Dios, al auténtico espíritu religioso de confianza filial, que nos permite
rezar y darle culto con amor y sencillez, como un hijo que habla con su padre.
La
palabra la piedad, explicó Francisco no tiene el sentido superficial con que a
veces la utilizamos de tener lástima de alguien; sino que nos permite vivir
como verdaderos hijos de Dios, con lo cual nos lleva también a amar al prójimo
y a reconocer en él a un hermano.
El Papa también dijo que la piedad incluye la capacidad de alegrarnos con quien está alegre y de llorar con quien llora, de acercarnos a quien se encuentra solo o angustiado, de corregir al que yerra, de consolar al afligido, de atender y socorrer a quien pasa necesidad.
Por esta razón, invitó a los participantes en esta audiencia semanal a pedir a Jesús que este don de su Espíritu venza nuestros miedos y nuestras dudas, y nos convierta en testigos valerosos del Evangelio.
Los Dones del Espíritu: La Piedad
Queridos
hermanos y hermanas ¡buenos días!
Hoy
queremos examinar un don del Espíritu Santo que a menudo viene mal entendido o
considerado de una manera superficial, y que en cambio toca el corazón de
nuestra identidad y de nuestra vida cristiana: es el don de la piedad.
Hay
que dejar claro que este don no se identifica con tener compasión por alguien,
tener piedad del prójimo, sino que indica nuestra pertenencia a Dios y nuestro
profundo vínculo con Él, un vínculo que da sentido a toda nuestra vida y nos
mantiene unidos, en comunión con Él, incluso en los momentos más difíciles y
atormentados.
1.
Este vínculo con el Señor no debe interpretarse como un deber o una imposición:
es un vínculo que viene desde dentro. Se trata, en cambio, de una relación
vivida con el corazón: es nuestra amistad con Dios, que nos ha dado Jesús, una
amistad que cambia nuestras vidas y nos llena de entusiasmo y alegría. Por esta
razón, el don de la piedad suscita en nosotros, sobre todo, gratitud y alabanza.
Es éste, en realidad, el motivo y el sentido más auténtico de nuestro culto y
de nuestra adoración. Cuando el Espíritu Santo nos hace sentir la presencia del
Señor y de todo su amor por nosotros, nos reconforta el corazón y nos mueve de
forma natural a la oración y la celebración. Piedad, por tanto, es sinónimo de
auténtico espíritu religioso, de confianza filial con Dios, de aquella
capacidad de rezarle con amor y sencillez que caracteriza a los humildes de
corazón.
2. Si el don de la piedad nos hace crecer en la relación y en la comunión con Dios y nos lleva a vivir como sus hijos, al mismo tiempo nos ayuda a derramar este amor también sobre los otros y a reconocerlos como hermanos. Y entonces sí que seremos movidos por sentimientos de piedad – ¡no de pietismo! - hacia quien nos está cerca y por aquellos que encontramos cada día. ¿Por qué digo no de pietismo? porque algunos piensan que tener piedad es cerrar los ojos, hacer cara de estampita, ¿así no? y también fingir el ser como un santo, ¿no? No, este no es el don de la piedad. De verdad seremos capaces de gozar con quien está alegre, de llorar con quien llora, de estar cerca de quien está solo o angustiado, de corregir a quien está en error, de consolar a quien está afligido, de acoger y socorrer a quien está necesitado. Hay una relación, muy, muy estrecha entre el don de piedad y la mansedumbre. El don de piedad que nos da el Espíritu Santo nos hace apacibles. Nos hace tranquilos, pacientes, en paz con Dios, al servicio de los otros con apacibilidad.
Queridos amigos, en la Carta a los Romanos, el apóstol Pablo afirma: “Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el Espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios: “¡Abba, Padre!” (Rm 8, 14-15).
Pidamos
al Señor que el don de su Espíritu pueda vencer nuestro temor, nuestras
incertidumbres, incluso nuestro espíritu inquieto, impaciente y pueda hacernos
testimonios gozosos de Dios y de su amor. Adorando al Señor en la verdad y
también en el servicio a los próximos, con mansedumbre y también con la
sonrisa, que siempre el Espíritu nos da en la alegría. Que el Espíritu Santo
nos dé a todos nosotros este don de la piedad.
Así
Papa Francisco, se dirigió al mundo en su acostumbrado mensaje de Audiencia
General de los miércoles, que ya desde hace algunas semanas ha estado abordando
uno a uno, los dones del Espíritu Santo ante la víspera de Pentecostés que se
celebra hoy domingo 8 de junio. Para cerrar la alocución saludó a varias
delegaciones presentes y a los jóvenes les dijo “los invitó a dar espacio a la
iniciativa del Espíritu de Dios en sus vidas”.
Fuente: www.news.va
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Dios les bendiga.
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