lunes, 16 de junio de 2014

Sí al diálogo, no a la violencia



En una plaza de San Pedro repleta de peregrinos, el Papa Francisco, quien como todos los miércoles saludó antes de comenzar la Audiencia a los fieles haciendo un recorrido en automóvil, habló de la necesidad que tenemos del don del Espíritu Santo, aquí sus palabras:

Queridos hermanos:


El temor de Dios, don del Espíritu Santo, al que me refiero hoy, no quiere decir tener miedo a Dios, Omnipotente y Santo, pues sabemos que Dios es nuestro Padre, que nos ama y quiere nuestra salvación. Cuando el Espíritu Santo habita en nuestro corazón, nos infunde consuelo y paz, aquella actitud de quien deposita toda su confianza en Dios y se siente protegido, como un niño con su papá.


Este don del Espíritu Santo nos permite imitar al Señor en humildad y obediencia, no con una actitud resignada y pasiva, sino con valentía y gozo. Nos hace cristianos convencidos de que no estamos sometidos al Señor por miedo, sino conquistados por su amor.
 
Finalmente, el temor de Dios es una “alarma”. Cuando una persona se instala en el mal, cuando se aparta de Dios, cuando se aprovecha de los otros, cuando vive apegado al dinero, la vanidad, el poder o el orgullo, el santo temor de Dios llama la atención: Así no serás feliz, así terminarás mal.


Que el temor de Dios nos permita comprender que un día todo terminará y que debemos dar cuentas a Dios.


Además, el pasado domingo 1 de junio se reunió con los presidentes israelí Shimon Peres y palestino Mahmoud Abbas como iniciativa para la paz. Extractos de las palabras de Francisco:



“Gracias desde el fondo de mi corazón por haber aceptado mi invitación a venir aquí para implorar de Dios, juntos, el don de la paz. Espero que este encuentro sea el comienzo de un camino nuevo en busca de lo que une, para superar lo que divide.



Este encuentro nuestro para invocar la paz en Tierra Santa, en Medio Oriente y en todo el mundo, está acompañado por la oración de tantas personas, de diferentes culturas, naciones, lenguas y religiones: personas que han rezado por este encuentro y que ahora están unidos a nosotros en la misma invocación.



Señores Presidentes, el mundo es un legado que hemos recibido de nuestros antepasados, pero también un préstamo de nuestros hijos: hijos que están cansados y agotados por los conflictos y con ganas de llegar a los albores de la paz; hijos que nos piden derribar los muros de la enemistad y tomar el camino del diálogo y de la paz, para que triunfen el amor y la amistad.



Muchos, demasiados de estos hijos han caído víctimas inocentes de la guerra y de la violencia, plantas arrancadas en plena floración. Es deber nuestro lograr que su sacrificio no sea en vano.



Para conseguir la paz, se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra. Se necesita valor para decir sí al encuentro y no al enfrentamiento; sí al diálogo y no a la violencia; sí a la negociación y no a la hostilidad; sí al respeto de los pactos y no a las provocaciones; sí a la sinceridad y no al doblez. Para todo esto se necesita valor, una gran fuerza de ánimo.


La historia nos enseña que nuestras fuerzas por sí solas no son suficientes. Más de una vez hemos estado cerca de la paz, pero el maligno, por diversos medios, ha conseguido impedirla. Por eso estamos aquí, porque sabemos y creemos que necesitamos la ayuda de Dios. No renunciamos a nuestras responsabilidades, pero invocamos a Dios como un acto de suprema responsabilidad, de cara a nuestras conciencias y de frente a nuestros pueblos. Hemos escuchado una llamada, y debemos responder: la llamada a romper la espiral del odio y la violencia; a doblegarla con una sola palabra: «hermano». Pero para decir esta palabra, todos debemos levantar la mirada al cielo, y reconocernos hijos de un mismo Padre.



A él me dirijo yo, en el Espíritu de Jesucristo, pidiendo la intercesión de la Virgen María, hija de Tierra Santa y Madre nuestra.



Señor, Dios de paz, escucha nuestra súplica.



Hemos intentado muchas veces y durante muchos años resolver nuestros conflictos con nuestras fuerzas, y también con nuestras armas; tantos momentos de hostilidad y de oscuridad; tanta sangre derramada; tantas vidas destrozadas; tantas esperanzas abatidas... Pero nuestros esfuerzos han sido en vano. Ahora, Señor, ayúdanos tú. Danos tú la paz, enséñanos tú la paz, guíanos tú hacia la paz. Abre nuestros ojos y nuestros corazones, y danos la valentía para decir: «¡Nunca más la guerra»; «con la guerra, todo queda destruido». Infúndenos el valor de llevar a cabo gestos concretos para construir la paz. Señor, Dios de Abraham y los Profetas, Dios amor que nos has creado y nos llamas a vivir como hermanos, danos la fuerza para ser cada día artesanos de la paz; danos la capacidad de mirar con benevolencia a todos los hermanos que encontramos en nuestro camino. Haznos disponibles para escuchar el clamor de nuestros ciudadanos que nos piden transformar nuestras armas en instrumentos de paz, nuestros temores en confianza y nuestras tensiones en perdón. Mantén encendida en nosotros la llama de la esperanza para tomar con paciente perseverancia opciones de diálogo y reconciliación, para que finalmente triunfe la paz. Y que sean desterradas del corazón de todo hombre estas palabras: división, odio, guerra. Señor, desarma la lengua y las manos, renueva los corazones y las mentes, para que la palabra que nos lleva al encuentro sea siempre «hermano», y el estilo de nuestra vida se convierta en shalom, paz, salam. Amén.”


Fuente: www.news.va

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Piedad no es poner cara de estampita



Durante la audiencia general del primer miércoles de junio, en una límpida Plaza de San Pedro bajo el sol primaveral, y ante la presencia de varios miles de fieles y peregrinos de numerosos países, el Papa Francisco dedicó su catequesis al don de la piedad, como don del Espíritu Santo, que se refiere a nuestra relación con Dios, al auténtico espíritu religioso de confianza filial, que nos permite rezar y darle culto con amor y sencillez, como un hijo que habla con su padre.

La palabra la piedad, explicó Francisco no tiene el sentido superficial con que a veces la utilizamos de tener lástima de alguien; sino que nos permite vivir como verdaderos hijos de Dios, con lo cual nos lleva también a amar al prójimo y a reconocer en él a un hermano.

El Papa también dijo que la piedad incluye la capacidad de alegrarnos con quien está alegre y de llorar con quien llora, de acercarnos a quien se encuentra solo o angustiado, de corregir al que yerra, de consolar al afligido, de atender y socorrer a quien pasa necesidad.
 
Por esta razón, invitó a los participantes en esta audiencia semanal a pedir a Jesús que este don de su Espíritu venza nuestros miedos y nuestras dudas, y nos convierta en testigos valerosos del Evangelio.

Los Dones del Espíritu: La Piedad

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
Hoy queremos examinar un don del Espíritu Santo que a menudo viene mal entendido o considerado de una manera superficial, y que en cambio toca el corazón de nuestra identidad y de nuestra vida cristiana: es el don de la piedad.

Hay que dejar claro que este don no se identifica con tener compasión por alguien, tener piedad del prójimo, sino que indica nuestra pertenencia a Dios y nuestro profundo vínculo con Él, un vínculo que da sentido a toda nuestra vida y nos mantiene unidos, en comunión con Él, incluso en los momentos más difíciles y atormentados.

1. Este vínculo con el Señor no debe interpretarse como un deber o una imposición: es un vínculo que viene desde dentro. Se trata, en cambio, de una relación vivida con el corazón: es nuestra amistad con Dios, que nos ha dado Jesús, una amistad que cambia nuestras vidas y nos llena de entusiasmo y alegría. Por esta razón, el don de la piedad suscita en nosotros, sobre todo, gratitud y alabanza. Es éste, en realidad, el motivo y el sentido más auténtico de nuestro culto y de nuestra adoración. Cuando el Espíritu Santo nos hace sentir la presencia del Señor y de todo su amor por nosotros, nos reconforta el corazón y nos mueve de forma natural a la oración y la celebración. Piedad, por tanto, es sinónimo de auténtico espíritu religioso, de confianza filial con Dios, de aquella capacidad de rezarle con amor y sencillez que caracteriza a los humildes de corazón.

2. Si el don de la piedad nos hace crecer en la relación y en la comunión con Dios y nos lleva a vivir como sus hijos, al mismo tiempo nos ayuda a derramar este amor también sobre los otros y a reconocerlos como hermanos. Y entonces sí que seremos movidos por sentimientos de piedad – ¡no de pietismo! - hacia quien nos está cerca y por aquellos que encontramos cada día. ¿Por qué digo no de pietismo? porque algunos piensan que tener piedad es cerrar los ojos, hacer cara de estampita, ¿así no? y también fingir el ser como un santo, ¿no? No, este no es el don de la piedad. De verdad seremos capaces de gozar con quien está alegre, de llorar con quien llora, de estar cerca de quien está solo o angustiado, de corregir a quien está en error, de consolar a quien está afligido, de acoger y socorrer a quien está necesitado. Hay una relación, muy, muy estrecha entre el don de piedad y la mansedumbre. El don de piedad que nos da el Espíritu Santo nos hace apacibles. Nos hace tranquilos, pacientes, en paz con Dios, al servicio de los otros con apacibilidad.
 
Queridos amigos, en la Carta a los Romanos, el apóstol Pablo afirma: “Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el Espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios: “¡Abba, Padre!” (Rm 8, 14-15). 

Pidamos al Señor que el don de su Espíritu pueda vencer nuestro temor, nuestras incertidumbres, incluso nuestro espíritu inquieto, impaciente y pueda hacernos testimonios gozosos de Dios y de su amor. Adorando al Señor en la verdad y también en el servicio a los próximos, con mansedumbre y también con la sonrisa, que siempre el Espíritu nos da en la alegría. Que el Espíritu Santo nos dé a todos nosotros este don de la piedad. 

Así Papa Francisco, se dirigió al mundo en su acostumbrado mensaje de Audiencia General de los miércoles, que ya desde hace algunas semanas ha estado abordando uno a uno, los dones del Espíritu Santo ante la víspera de Pentecostés que se celebra hoy domingo 8 de junio. Para cerrar la alocución saludó a varias delegaciones presentes y a los jóvenes les dijo “los invitó a dar espacio a la iniciativa del Espíritu de Dios en sus vidas”.

Fuente: www.news.va
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Seamos artesanos de paz



Papa Francisco ha regresado de su peregrinaje a Tierra Santa, fue un viaje completamente exitoso que nos regaló un grupo de las mejores fotos del Patriarca romano hasta el momento.

Muchos episodios importantes han marcado nuestros recuerdos: Papa Francisco rezando a orillas del río Jordán, hasta agacharse para tocar el agua; el rezo ante el muro que separa a Israel de Palestina; el rezo en el Muro de los Lamentos y el Padre Nuestro escrito en español que depositó en él; el beso en las manos de los sobrevivientes del Holocausto, varios de ellos salvados por cristianos; el recorrido en Papa Móvil en Jordania donde vimos un impresionante baño de masas y algunos niños logrando abrazarlo; y sin duda, de las imágenes más emotivas, el llamado “abrazo de las 3 religiones”, donde Francisco se abrazó con el musulmán Omar Abboud, ex secretario general del Centro Islámico de Argentina y con el rabino, Abraham Skorka, amigo de ambos desde su país natal suramericano. 

También surgió otro gran anuncio que fue la invitación a los presidentes de Israel y Palestina a orar por la paz en las instalaciones del Vaticano.

En el regreso a Roma, Francisco dio una rueda de prensa a los periodistas a bordo del avión donde tocó temas importantes para los cristianos católicos, aquí algunos fragmentos:
Abuso sexual en la iglesia: “en Argentina, a los privilegiados les decimos: “Éste es un hijo de papá”, ¿no? En este problema no habrá hijos de papá. En este momento, hay tres obispos que están siendo investigados: bajo investigación, tres, y uno ya ha sido condenado y se está evaluando la pena que se le debe aplicar. No hay privilegios. Sobre este asunto, abuso contra menores, es un delito horrible, muy feo… Un sacerdote que hace esto, traiciona el Cuerpo del Señor, porque este sacerdote debe llevar a este niño, a esta niña, a este muchacho, a esta muchacha a la santidad; y este muchacho, esta niña se fía, y éste, en lugar de llevarlos a la santidad, abusa de ellos. ¡Y esto es gravísimo! …tú debes llevarlo a la santidad y lo llevas a un problema que durará toda la vida…”

Comunión para divorciados: “la cosa es más amplia, ¿no? Hoy en día todos lo sabemos, la familia está en crisis: es una crisis mundial, ¿eh? Los jóvenes no quieren casarse o no se casan y conviven, el matrimonio está en crisis, y la familia, ¿no? Y yo no querría que cayésemos en esta casuística: se podrá o no se podrá, ¿no?... se debe estudiar caso por caso”.

Queridos hermanos y hermanas:
Como saben, fui como peregrino a Tierra Santa. Doy gracias a Dios y a cuantos lo han hecho posible. Esta peregrinación tenía tres propósitos: El primero, conmemorar el encuentro del Papa Pablo VI y del Patriarca Atenágoras, hace 50 años, un gesto profético en el arduo pero esperanzador camino hacia la unidad de los cristianos. Con tal motivo, junto al actual Patriarca de Constantinopla, Su Santidad Bartolomé, hemos rezado pidiendo al Buen Pastor la fuerza necesaria para proseguir con tesón hacia la plena comunión.

El segundo propósito ha sido animar el proceso de paz en Oriente Medio. He querido llevar a todos en el corazón, exhortándolos a ser artesanos de la paz y agradeciendo a las autoridades los esfuerzos en favor de los refugiados y su compromiso por apaciguar los conflictos. Además, he invitado a los presidentes de Israel y de Palestina a venir al Vaticano, para rezar juntos por la paz.

El tercer propósito ha sido confirmar en la fe a las comunidades cristianas, que sufren tanto, y expresarles la gratitud de la Iglesia por su valiente presencia en Oriente Medio y su impagable testimonio de esperanza y caridad.

Invito a todos a pedir al Señor por nuestros hermanos de Tierra Santa, por la paz en Oriente Medio y por la unidad de los cristianos. Muchas gracias.

«¡Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos!»
También en sus saludos a los miles de peregrinos de todo el mundo que participaron en su audiencia general de este miércoles, el Papa Francisco hizo resonar su constante invitación a rezar y a trabajar por la paz en Tierra Santa y en todo Oriente Medio. Alentando asimismo a que la oración sostenga a todos en el camino hacia la unidad plena de la Iglesia.

Tras reiterar que su Viaje Apostólico a Tierra Santa ha sido una gracia para él y para toda la Iglesia, destacó que pudo alentar asimismo a tantas personas que sufren por conflictos, discriminaciones y por causa de su fe en Cristo. «¡Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos!», destacó el Obispo de Roma, con el salmo 133, dirigiéndose a los hermanos y hermanas de lengua árabe, en particular, a los provenientes de Jordania y de Tierra Santa. Y les agradeció por su generosa y afectuosa acogida, asegurándoles - una vez más - que los lleva siempre en su corazón y en sus oraciones, pidiendo al Señor para ellos un bien abundante, una prosperidad continua y una paz duradera.

En vísperas ya de concluir el mes mariano de mayo, dirigiéndose a los jóvenes, enfermos y recién casados, el Santo Padre deseó a los queridos jóvenes «que la Madre de Dios sean su refugio en los momentos más difíciles». A los queridos enfermos, «que los sostenga, para que afronten con valentía su cruz cotidiana». Y, a los queridos recién casados «que sea su referencia, para que sus familias sean hogares de oración y comprensión recíproca».

Fuente: www.news.va
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