De niña soñaba con ir a África de
misionera, en su pueblo Castel Goffredo de la Provincia de Mantova en Italia,
había muchos y ella tenía la curiosidad de hacerlo. A los 11 años de edad, al
enterarse de la muerte de su padre, quien había sido enviado a dicho continente
y fallecido en medio de la Segunda Guerra Mundial parecía estar aún más
convencida de misionar. “Mi mamá decía “ni siquiera poder ponerle una flor en
la tumba”; y yo decía “yo sí se la voy a poner”.
Así de determinante era y es
Angela Castrini, quien se auto-describe en su niñez como “muy despierta y
vivaracha”.
La presencia de Dios se manifestaba
en ella de formas que ni logró notar hasta mucho tiempo después. “Cuando yo
tenía 7 u 8 años entró en el grupo una niña con joroba y yo no podía soportar
que se metieran con ella y yo decía: ella no tiene joroba solo tiene un poco el
hueso salido, ella era más que mi prefería, yo sentía que tenía que ayudarla”.
Su familia es para ella las
raíces más fuertes de su vida, convicción y fe. “Nosotros somos 4 hermanos, 3
varones mayores que yo, desde los 13 años asumieron la tarea de jefes de
familia. Nosotros tuvimos una gracia muy especial con nuestra mamá, sencilla,
muy de pueblo, ella supo ser madre sin ser padre a la vez, supo mantener la
presencia del padre en la casa, él podría volver en cualquier momento e
integrarse normalmente, sin que nosotros lo desconociéramos. Por lo menos
nosotros conocíamos mucho a papá a través de mamá”.
Al iniciar su inquietud por la
vida religiosa conoció a las hermanas Comunianas y como pudo se acercó a la
casa principal en Verona y obtuvo la hoja de admisión. Nada era definitivo
seguía pensándolo.
Hijas de San Pablo
“Un padre espiritual cercano
amigo, me dio una revista de las Hijas de San Pablo, no le hice mucho caso pero
sí me hizo reflexionar mucho sobre la espiritualidad en Cristo maestro, la
eucaristía, pero sin decidir. Hasta que un día pasaron por mi pueblo, me
dijeron “mira ahí hay unas hermanas que te buscan”, cuando bajé eran dos Hijas
de San Pablo, al principio puse una barrera, luego me invitaron a un curso de
ejercicios en la ciudad de Alba y ahí empezó todo el trajín, a dónde voy: aquí
o allá. La lucha por mi vocación fue esta: saber a dónde ir”. Explica Ángela.
Fue entonces el 15 de septiembre
de 1954 cuando se decidió por las Hijas de San Pablo. Hizo su noviciado y así
empezó el largo camino.
“Cuando yo decidí la vocación mi
mamá se quedó un poco fuera de lugar, aunque ella se lo sospechaba desde hacía
mucho tiempo, claro la única hija, la más pequeña, le costó un poco. Yo se lo
dije en un momento no muy bueno, teníamos una excursión con unas compañeras a
un pueblo vecino, y antes de irme yo se lo dije. Ella dijo: piénsalo bien si no
quieres cortarme 10 años de vida; pero yo sentía que no era tan enserio. En la
noche cuando volví empezó a preguntarme cómo eran las hermanas, qué hacían, y
entendí que ella ya había empezado su propio camino de aceptación. Mis
hermanos, el mayor lo tomó normal; el segundo con el que tengo mucha afinidad y
aún vive hoy en día dijo: bueno por qué no lo dijiste antes que sacábamos una
botella para celebrar”. El menor que éramos como gemelos a pesar de que
teníamos 3 años de diferencia, siempre andábamos juntos para ir, el sí
preguntaba: ¿cómo es? ¿Cómo irán vestidas después? ¿Qué va a pasar con tus
trenzas? Yo usaba el cabello muy largo con trenzas, y así fue como cada uno se
lo tomó en mi familia, yo estaba decidida, asegura Sor Ángela. “Mi mamá quiso
acompañarme con una tía, fueron como 3 horas de carro. Mis hermanos me dijeron
que el primer mes mi mamá sufrió mucho, al segundo mes no aguantó y fue a
verme”.
Desde que pisó por primera vez la
casa Paulina sintió que ese era su lugar: “al entrar sentí algo fuerte, quizás
fue por el tiempo que lo deseaba. El postulantado y todo el tiempo de
preparación para mi fueron solo una reafirmación, al entrar siempre sentí que
era mi hogar, más que el entorno o las cosas materiales, era el sentido
profundo de una entrega, en especial donde estaba ya que había un sentido
profundo del apostolado”.
Las Paulinas son conocidas
internacionalmente por su labor evangelizadora a través de las comunicaciones,
lo que siempre muy llamativo para Sor Ángela “tratar con la gente siempre
supuso para mí un respiro hondo para ver lo que hago y ver dónde voy a caer. Yo
sentí mucho la fuerza del espíritu, un “yo estaré contigo siempre” es una
verdadera realidad y hasta el día de hoy siempre siento esto. Siento que no he
llegado al final todavía, que todos los días el Señor, me pone en el camino
algo, crecer en algo, en todo sentido”.
“Pertenecer a Las Paulinas: es
para mí la plenitud, tengo en las manos la posibilidad de realizar el sueño que
profundamente siento, el de pertenecer a Dios sobre todas las cosas y poder en
cualquier forma, ayudar a los demás, sentir esta presencia viva del Señor,
siempre en la propia vida. Leer, conocer, la historia del pueblo de Israel,
para llegar, cuánto camino, cuánto tiempo, 40 años en el desierto, muy pocos de
los que salieron de tierra prometida llegaron, por tanto eran los hijos que de
la mano de su padre lo lograban. Esta visión me ha permitido superar los
embates de la vida” apunta Sor Ángela al preguntarle qué significa para ella
pertenecer a Las Paulinas.
Venezuela en el camino
“Al año y medio de haber hecho mi
profesión, cuando renové los votos por primera vez, me dijeron: la Superiora
General pensó en enviarte a Venezuela. Yo me quedé solo con el hecho de que era
América Latina dando vueltas en mi cabeza. Desde el principio estuve lista para
emprender el viaje pero tuve que esperar 6 meses por la visa. Fue en el año
1960, así que ya tengo más de 50 años aquí. Toda mi vida religiosa está en
Venezuela”.
Sor Ángela, nos cuenta “a mí lo
que me atrajo de las Hijas de San Pablo fue sobre todo la misión, ese comunicar
a través de los medios existentes. En los 50 apenas había empezado el cine a
ser un poquito protagonista, la prensa empezaba poco a poco, al igual que las
películas y cassettes. El apostolado en calle, ir sobre todo a las familias,
proponiendo una buena lectura, evangelios, biblias, lecturas de espiritualidad,
todo lo que era bueno, como dice San Pablo: todo lo bueno, todo lo bello, sea
objeto de nuestra misión; yo no lo pude ejercer por mucho tiempo. Siempre
estuve en esta casa, al menos los primeros 14 años, con las aspirantes, y se
les instruía. Al tiempo me mandaron 1 año y medio a Puerto Rico, regresé cerca
de los 80 ya me quedé establecida aquí.”.
Desde la casa Paulina donde se
encuentra radicada en el estado Miranda en Venezuela, Sor Ángela dice con mucho
aplomo que la vida de las religiosas es de alegrías y nostalgias, sin embargo,
ella se auto-describe como “poco nostálgica” y asegura que, al contrario de
muchos, no le gusta planificar todo prefiere aventurarse de la mano de Dios.
“Vamos a hacer esto: sí vamos, y después: ¿cómo lo hacemos? Más bien me sentía
abierta a esos imprevistos, no soy de planificar mucho las cosas, si planifico
me corto mucho. No soy una persona muy nostálgica, en mi vida me he dado cuenta
de que siempre he sido muy dispuesta al ya, al sí y después toca la fatiga, el
trabajo realmente de acondicionar este sí y ver cómo lo realizo”.
Dificultades
“Lo más difícil, que no ha
terminado todavía, es sentir esta grandeza de Dios, sentir los dones que Dios
me ha dado y a la vez sentirme tan limitada, la fatiga, la lucha para aceptar
mis limitaciones. A veces digo: yo sé que esto es así por qué sigo haciéndolo,
por qué no logro sacarlo de una vez de mi vida. Me doy cuenta que nunca sacaré
ciertos límites, ciertas deficiencias, ciertas inclinaciones, pero siempre me
acuerdo de las palabras de Dios a Caín: “siempre el pecado y el mal está
rondándote pero tú puedes enfrentarlo, tú puedes atajarlo, con la gracia de
Dios”, reflexiona Sor Ángela con su voz tenue y con ideas profundamente
reflexivas, ya a sus 60 años de vida religiosa.
¿Cuántos
Papas ha conocido Sor Ángela?
Entre risas y silbidos de “uffff” que me indicaron
que eran unos cuantos, ella empezó a enumerar con un gusto a cada uno y en
especial sus palabras para describirlos fueron hermosas:
Pio XII: el Papa de mi juventud
Juan XXIII: la apertura, el respiro, sensación de suspenso cuando
empezó a abrir la iglesia. Tenía muchas afinidades con él.
Pablo VI: le tuve mucho aprecio. Trabajó mucho con los
universitarios. Coincidía mucho con él. Muy humano, muy recto, delicado en
tratar de exigir lo que él veía que tenía que ser como guía y pastor principal,
muy reservado y dedicado en esto. Prefirió aguantar mucho y tratar directamente
con el Señor algunas cosas. Buscó los caminos para saber cómo llevar adelante
ese barco, sin herir mucho.
Juan Pablo I: bondad, sencillez.
Juan Pablo II: con todo su camino largo, hermoso.
Benedicto XVI: abrió surcos en mi vida, visto en su integridad, en
su honestidad, en su sabiduría, pero a la vez en su sencillez. Esto me lo
confirmó a mí unas palabras de una de mis hermanas que está ahora en Puerto
Rico, ella trabajaba en uno de los departamentos cerca de San Pedro, a veces
cuando iba a misa y cruzaba la Plaza, se lo encontraba, él trabajó mucho en el
Vaticano antes de ser Papa, casi siempre era el primero en saludar “Bongiorno
Sorella”. Ahí vez la sencillez. A mí me conquistó Benedicto.
Ahora con Papa Francisco, aquí con una respiración profunda también para
verlo, muchas cosas coinciden con lo que uno tiene dentro y que a veces lo has
tenido escondido porque choca con algunas ideas, eso es ahora él; mirar todo
con ojos distintos para estar cada vez más cerca de Dios.
Retos de la
iglesia
Para Sor Ángela, los retos de la iglesia hoy en día
son muchos y requieren de valentía y cercanía con todos para poder lograrse. “Encarnarse
de verdad en la realidad que se está viviendo hoy en día, sin renegar del
pasado de la iglesia, yo puedo construir algo bueno pero no puede ser en el
aire, debo sentarme en las bases. Encarnarse como Jesús se encarnó en su
tiempo, necesita de verdad tener más contacto, bajar. El trabajo más fuerte no
lo podemos dejar a los dirigentes de la iglesia porque todos somos iglesia, si
tú y yo hemos sido bautizados pertenecemos a la iglesia, yo soy iglesia, todo
lo que pasa, lo bueno o lo malo no se lo puedo achacar a la directiva
solamente. Pido que nuestros dirigentes sean honestos, valientes, yo lo soy,
así lo siento. Muchas veces soy lenta en juzgar, condenar al otro, a mis
superiores, soy lenta en esto, algún motivo habrá para que yo obre así. Lo
ideal es ver cómo juntos, podemos mejorar”.
FE
Dice Sor Ángela: “para entender
la fe debo clarificar mi concepto de fe. Qué es fe. Es creer realmente en algo
que no veo y no toco, es muy difícil. Yo creo en ti, yo pienso que antes de
decir esto a otra persona, debo preguntarme: ¿de verdad creo en él? Creo en tu
honestidad, significa que creo en lo que tú sientes y sé que mañana no lo vas a
cambiar.
La fe es creer en algo que no veo
pero sé, tengo la certeza de que es así.
“Dios para mi es todo. Es el Señor, no amo, es dueño, el Señor que me
toma, me acepta así como soy, soy creatura suya claro, y me acompaña y quiere
que yo lo acompañe. Esto es para mi Dios. Siento que Dios camina y va conmigo y
me deja ir con él. No solo te lleva de la mano, más bien deja que yo vaya con
él y puedo decirle “afloja un poquito el paso porque no llego, no logro
llevarte el ritmo”.
Anécdota
“Una vez, un conocido del pueblo
me mandó una carta pidiéndome que fuera su novia, un día me lo conseguí en el
pueblo, se me acercó y le dije “tranquilo que si yo decido que esto no es lo
mío, serás el primero que buscaré”. Estaba tan segura de mi decisión que tuve
el valor de decirle esto. Durante mi época de aspirante muy pocas veces pensé
“¿será que es este mi camino? Para mí era una certeza, esa certeza de que Dios
estaba conmigo y mi camino era de Dios y para Dios.”
Hoy a sus 80 años de edad, goza
de excelente salud y está encargada de la librería Paulina ubicada en Oripoto,
en el estado Miranda en Venezuela y durante la visita para esta entrevista, no
desaprovechó la ocasión para hacerme algunas recomendaciones tales como la
película “El Cuarto Rey Mago” la primera de ellas y profundizar sobre la vida
de Santa Teresita.
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